Eloy, el zahorí de Teza.
Eloy era una persona entrañable que vivía en el pueblo de al lado. Mientras fui adolescente, insistió en enseñarme su “don”.
Él era zahorí. Su habilidad consistía en buscar agua subterránea.
Muchos habitantes de Losa le llamaban para que les prestara sus servicios con el fin de conocer si en sus tierras podían tener algún caudal de agua relevante que, mediante un sondeo y canalización, pudiera aflorar a la superficie.
Eloy ejercía de zahorí con dos varillas de metal o, a veces, improvisaba sus propias varillas con varas de madera (él decía que las ramas de avellano eran las idóneas).
Probablemente muchos creáis que se trata de supercherías o locas invenciones, y, de algún modo, yo también pensaba así hasta que sucedió lo siguiente:
Mi vecina llamó a Eloy para buscar agua en su finca y Eloy detectó un canal. Mientras venía la empresa de sondeos, varios vecinos nos acercamos para curiosear. En cuanto Eloy me vio, me dejó sus varillas y me dijo que paseara por la zona en la que él había detectado agua. Había dos formas de llevar las varillas, a la altura de los hombros o a la altura de la cintura. Y al andar, no se debía de acabar de levantar un pie sin haber comenzado a poner el otro. Me preguntó si sentía algo, y le dije la verdad:
– Nada de nada.
Automáticamente, él puso la mano sobre mi hombro y las varillas se volvieron incontrolables. No podía sujetarlas.
Soy incapaz de describir lo que sentí en aquel momento. Le pedí que lo repitiera y siempre obtenía el mismo resultado, no podía contener el movimiento de las varas que se volvían hacia arriba si las llevaba a la altura de la cadera y se volvían hacia abajo si las llevaba a la altura de los hombros. Fue algo mágico. Posteriormente he pensado mucho en aquello. La impaciencia de la juventud y el querer aprender de manera prácticamente inmediata, cuando realmente esta técnica es cuestión de días, horas y años, hizo que desistiera esa misma mañana. En cuanto Eloy se apartaba, las varillas volvían a su estado inerte.
Cuando se realizó el sondeo, brotó agua y, actualmente, hay un pozo del que puede abastecerse la casa.
He de decir que no todo fueron aciertos en las indagaciones que hizo Eloy en infinidad de puntos en los que era solicitado, pero obtuvo un gran número de éxitos. En ocasiones, las prospecciones llegaban hasta canales u oquedades internas en las que tan solo existían corrientes de aire. No obstante, creo yo que, esto demuestra que el zahorí lo que tiene es capacidad de reconocer fuerzas o energías de la naturaleza que a la mayoría nos pasan totalmente desapercibidas.
Geomancia, rabdomancia, radiestesia… todo ello está considerado una pseudociencia y hay muchas opiniones a favor y otras muchas en contra. Sin ir más lejos, al buscar información sobre estos campos y sobre el trabajo de los zahorís, me tropecé con este artículo sobre la “Técnica del zahorí” donde los comentarios del post son una prueba fehaciente de esta lucha entre escépticos y crédulos de la que os hablaba.
- Aquellos que creen, indican que en la sociedad occidental hemos desarrollado el lado izquierdo del cerebro, donde reside el pensamiento racional, pero hemos perdido las habilidades intuitivas que se encuentran en el lado derecho (que es donde se halla la capacidad de percibir las radiaciones o energías del entorno).
- Aquellos que no creen, indican que encontrar agua subterránea es simplemente fruto del azar. Dicen que existe un porcentaje determinado de encontrar agua en un lugar en función de la profundidad de sondeo, y que las prospecciones concuerdan con los datos que arrojan esos porcentajes.
Me apena haber desaprovechado la oportunidad de ser una discípula de Eloy. Cada vez que Eloy me veía, me recordaba que podía enseñarme sus conocimientos. Él creía en mi capacidad y, sin embargo, yo no. No creía que jamás pudiera desarrollar semejante habilidad.
Si me preguntan sobre este tema, yo me limito a los hechos, a lo vivido, a lo sentido, a lo percibido y, después de esa experiencia tan extraordinaria vivida en primera persona, mentiría si digo que Eloy no contaba con una capacidad extraordinaria para intuir o percatarse de ALGO que al resto nos pasaba completamente inadvertido.
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