El plato también se puede hacer con bacalao desalado. De hecho, antiguamente, en el interior de Castilla era la única manera de comer pescado, ya que era muy difícil conseguirlo fresco. En tal caso, hay que asegurarse de desalarlo correctamente.
La mayoría de las recetas de garbanzos de vigilia incluyen espinacas, pero no es el caso de la receta que me enseñó la abuela. Supongo que como en casa, hace 70 años no sembraban esa verdura, hacían una composición de la receta “a su manera”. Ella los cocinaba de la siguiente forma:
– Ponía a remojo los garbanzos durante toda una noche. A veces, echaba una pizquita de bicarbonato al agua del remojo. Todo dependía de la calidad del garbanzo, si se cocía muy bien, no era preciso añadirlo.
– Añadía un hatillo de verduras. Ataba una zanahoria, un pimiento verde abierto y “despepitado”, perejil fresco y media cebolla, y lo incorporaba a la olla donde ponía a cocer los garbanzos junto con un poquito de sal.
– Mientras los garbanzos se cocían, freía el bacalao fresco y lo desmigaba. También ponía a cocer un par de huevos y después los pelaba y los picaba en pequeños cuadraditos.
– Una vez cocidos los garbanzos (en la olla rápida están en 30 minutos, aunque la abuela guisaba sobre la cocina económica y tenía el cocido toda la mañana haciendo chup-chup), retiraba el hatillo de verduras, sacaba algo de jugo si habían quedado extramadamente caldosos, y añadía el bacalao y el huevo cocido troceado.